PENAL DE USHUAIA. Un preso que se sigue escapando (Por Alejandro Rojo Vivot)

“Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro”.

Kðng Qiῡ (Confucio) (551 a.C-479 a.C.)

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En Ushuaia, cada vez más, se desarrollan diversas actividades recreativas y culturales de calidad, incluyendo las que proponen involucramiento activo del público participante. Al respecto el incremento de las propuestas del sector privado es un muy buen indicador de desarrollo social.

En el Paseo del Fuego (2011) se presenta en el segundo nivel “Tierra de enigmas”, las “Salas de escape (escape rooms) del Fin del Mundo” (2019) en la que, necesariamente en equipo articulado en épocas de exacerbado individualismo, durante 60’ es posible divertirse y conocer o refrescar conocimientos de la historia ushuaiense. Cuestión válida tanto para los vecinos como para los turistas.

Actualmente el convite es adentrarse a “El lado oscuro del Presidio” donde se presenta al múltiple asesino juvenil Cayetano Santos Godino (1896-1944) con una nefasta historia familiar y personal de vejaciones y menoscabos donde el Estado poco hizo para atender con los conocimientos y recursos de la época.

Desde su primera adolescencia se le endilgó el mote agraviante de “petiso orejudo” descalificándolo por su contextura física y remarcando las creencias presentadas en la “Nueva Escuela” (Nuova Scuola), en boga en Argentina, del criminólogo Ezechia Marco Lombroso (Cesare Lombroso) (1835-1909): “En realidad, para los criminales natos adultos no hay muchos remedios: es necesario o bien secuestrarlos para siempre, en los casos de los incorregibles, o suprimirlos, cuando su incorregibilidad los torna demasiado peligrosos”. (1893) (1)

En tal sentido, nos consta personalmente que, por lo menos en los primeros años de la década ’70, en la Facultad de Psicología (UBA) nos enseñaron esas teorías como que en las prácticas en Hospital Borda, fundado en 1863, fuimos testigos de la notoria superpoblación de internados con relación al personal y la calidad de la comida.

ENCIERRO

A partir de los 12 años de edad, con algunos períodos en libertad donde acrecentó sus crímenes y otros delitos como robos e incendios intencionales, los poderes públicos lo encerraron nefastamente fracasando como enfermo psiquiátrico grave: cárceles, “Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda”, “Penitenciaría Nacional” y su último destino el “Penal de Ushuaia” donde falleció; sus más de cuatrocientos obligados compañeros fueron otros asesinos y célebres presos políticos, bajo el concepto de aislamiento y sufrimiento como castigo ejemplar.

Las distintas internaciones fueron siempre fundadas por profesionales especializados y establecidas por jueces.

Al respecto es oportuno recordar lo que muchos docentes, año tras año, repiten a sus alumnos secundarios: “Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquella exija, hará responsable al juez que la autorice”. (2)

Además es oportuno recordar que hay quienes sostienen que hay asesinos buenos.

EL ORIGEN

El entonces gobernador, el militar Pedro Godoy (1858-1899) impulsó la construcción de un autofinanciado “depósito de penados” integrando parte de la estrategia de atraer población como empleados públicos dedicados a su gestión y que los internos “podrían explotar la seca y salazón del lobo y el aprovechamiento de su aceite. (…) Este recurso, sin tener en cuenta otras abundancias, siendo a la vez, una fuente de renta”. (3) Como consecuencia directa, ese emprendimiento también favorecería la actividad privada complementaria.

HUBO PEORES

Un célebre antecedente también aberrante, visitado anualmente por unos 30.000.000 turistas, es el Piombi (Prigioni Vecchie) cuya denominación estuvo originada en que su techo era de plomo sobre los pozzi en donde las celdas (camerotti) absolutamente insalubres hacinaban a los detenidos incluyendo por razones políticas, literatos disruptivos y homicidios. (1540).

Posiblemente, la mayoría, como mucho, se auto toman una foto con fondo del “Puente de los suspiros”, siguiendo rápidamente a otro destino obligatorio repitiendo la toma que pronto será transmitida por teléfono que, casi cada vez más menos se lo emplea para hablar con los amigos y familiares.

COLOFÓN

Vale la pena leer la novela “El petiso orejudo” de la prolífera escritora y periodista argentina María Moreno Forero (1947).

“Del hábito de hacer changas en los corralones conserva el gusto por la alpargata engomada y la gorra jockey; del de robar relojes a los pobres que trabajan en obras de construcción, la simpatía por el piolín de plomada que usa para todo servicio. El pantalón abolsado, a lo esquenún, (4) apenas alcanza a cubrirle las piernas de maceta donde las várices delatan a un contraventor de la Ley de Vagos. No sabe leer ni escribir pero podría contar de memoria todos los baldíos tapiados, los almacenes que tienen despacho de bebidas y los fondines con menú fijo situados entre Once y Parque Patricios. Cualquier pesquisa de instinto podría deducir que, por lo menos un par de veces, ha sido bautizado ‘el infrascripto’, conocido el trato de un auxiliar cabrero y obligado a recibir, poniendo el dedo en forma de gancho, un cigarrillo entre dos barrotes. Es que lleva la cabeza gacha y camina pegado a la pared como si quisiera ser el Hombre Invisible y, a pesar del calor, anda con chaleco, como si supiera que puede pasar la noche fuera de su casa. El identikit también daría como resultado que es cliente del Barrio de las Ranas y del Bajo Belgrano, donde suele concurrir a comprar mercadería robada para ofrecerla luego en bandeja y a precios módicos por las calles del propio barrio”. (5)

Además recordemos la película argentina inspirada en parte en esta historia es “El niño de barro” (2007), dirigida por el español Jorge Algora, (1963) que también escribió el guión con su connacional Héctor Carré (1960) y Christian Busquier.

FINAL

El extraordinario escritor de novelas policiales a la manera de las tradicionales británicas, el estadounidense John Dickinson Carr (1906-1977), en 1945, apuntó con respecto a la facilidad de las perversas muertes intencionales seriales: “Lo que dice puede ser cierto; no le discuto que los cementerios estén tal vez llenos de cadáveres de asesinados que claman venganza, desde aquí hasta Tierra del Fuego”. (6)

NOTAS Y REFERENCIAS

1) Lombroso, Cesare. Los descubrimientos y aplicaciones de la psiquiatría y la antropología criminal. Página 314. Ediciones Fratelli Boca. Turín, Italia. 1893.

2) Convención Constituyente. Constitución. Artículo 18°. Argentina. 1994.

3) Zamora. Luis Benito. Espiando la historia. Senado de la Nación. Página 84. Buenos Aires, Argentina. 1996.

4) Desarreglado, muchas veces de un talle poco apropiado al físico y a la edad.

5) Moreno, María. El petiso orejudoTusquets Editores. Páginas 24 y 25. Buenos Aires, Argentina. 1994.

6) Dickson Carr, J. Los anteojos negros. EMECÉ. Página 252. Buenos Aires, Argentina. Julio de 2015.