Correr en el fin del mundo: Cañadón de la Oveja (Ushuaia)

Fotos del equipo CAU Vertical +

Ushuaia a tu lado banner 728x90 1

¿En qué pienso cuando corro? , se interrogó el escritor japonés Akira Murakami sobre el correr.   

E inmediatamente respondió: “Los días que hace frío, pienso un poco en el frío. Los días que hace calor, pienso un poco en el calor. Cuando estoy triste, pienso un poco en la tristeza. Cuando estoy alegre, pienso un poco en la alegría”.

El Cañadón de la Oveja es mucho más que un simple accidente geográfico. Su sendero comienza en la zona cercana al autódromo municipal, y antes de los rieles del Tren del Fin del mundo. El Cañadón se mira en complicidad con el Monte Susana, esta emblemática formación rocosa  que  funciona como el confidente natural de la ciudad más austral del mundo y observa, entre vientos predominantes del sur, el ingreso y las salidas de los cruceros que navegan las aguas intensas del Canal Beagle. 

El andar hacia el Cañadón de la Oveja empieza por una meseta entre ondas,  para llegar al bosque nativo donde el sendero se funde entre hojas amarillas, rojizas  y moradas. 

El camino boscoso es la antesala de la maravilla que lo continua. 

Caminantes, corredoras y corredores lo visitan con el ensueño de descubrir el asombro que surge cuando el bosque se abre para presentar la maravilla.

 

Allí, entre el sol y las nubes, junto al viento y las piedras que se desprenden de la montaña está el insigne Cañadón. 

Como en una peregrinación, quienes lo reconocen van a rendir culto a la devoción por la montaña. 

Y dentro de sus fauces se viven las experiencias más memorables, entre la razón y el encanto inentendible.

Correr por allí es una celebración imposible de narrar, ya que todos los sentidos se encienden a la luz del paisaje imponente. 

Y la conciencia se pierde para dar lugar a la estampida de todos los sentidos. 

Estas son algunas de las emociones que se laten cuando se camina  o se corre por dentro de un lugar donde el espíritu se funde con el bosque y la montaña.