USHUAIA Y EPIDEMIAS: ESBOZO HISTÓRICO (Por Alejandro Rojo Vivot)

“(Inicios del Siglo XX) Cuando estalla el cólera o la viruela, cuando los cadáveres abandonados llegan a ser un engorro, mi padre visita al Señor de la guerra [1] para ofrecerle sus servicios del Instituto. El Mariscal declina siempre el ofrecimiento, meneando la cabeza: ʻEs preciso que muera gente; hay demasiadaʼ. Lógica china. Y mi padre la aprueba:

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-Sería espantoso, quizá la revolución, si se obligara a los chinos a dejarse inyectar por unos ʻdiablos extranjerosʼ. Dirían que son malas artes de brujería. Quizá matarían a nuestros tubibs. Nos quedaríamos sin compañeros de bridge”. [2] Lucien Bodard (1914-1998)

El Coronavirus-19, en la actualidad, es frecuente nota de tapa de la mayoría de los medios de comunicación social pues lejos está de que haya desaparecido, más allá de sesgadas noticias electoralistas.

Desde 2019 los habitantes de los más diversos países transitaron por una pandemia; desde luego en Ushuaia también.

A veces sucede, sin que estén claras las razones, que a los procesos históricos se los relata fraccionadamente, salteando épocas, circunstancias, etcétera, desmembrando de alguna manera la condición humana.

A lo antedicho es oportuno sumar que, con cierta frecuencia, ciertos especialistas, principalmente, son buenos decidores de frases hechas inclusive los que describen el presente con meros comentarios actualizados del pasado.

Pero, por otro lado, es oportuno traer a colación las insuficientes y discontinuas sistematizaciones de, por ejemplo, las organizaciones que se dieron así mismas las poblaciones ante las epidemias. Tarea pendiente.

TIERRA INCOGNITA

La actual provincia más austral y extensa de Argentina durante muchas décadas se mantuvo casi despoblada, sufriendo aberrantes asesinatos de muchos de su pobladores ancestrales, como muy alejada del interés del resto del país. Con frecuencia, las inversiones se realizaron como la instalación de la “División Expedicionaria al Atlántico Sud” (1884) Decreto 13.185 del presidente (1880-1886/1898-1904) Julio Argentina Roca (1843-1914), suponiendo así que podrían ser un cortafuego para evitar que concretara alguna invasión extranjera como de Chile o la instalación de una zona independiente a la manera del rumano Julius Popper (1857-1893), el “Plan Andina”, etcétera.

Por caso, la salud pública y privada lejos estuvo de ser prioritaria, recordando que, en 1888, Edwin C. Aspinall fue el primer médico en radicarse, además de cumplir sus funciones como religioso anglicano.

Ya con anterioridad, la flota que había arribado a Ushuaia en 1884 al mando del comodoro Augusto Lasserre, (1826-1906) [3] incluía a “dos médicos de la expedición (que) revisaron a los indios (…)

A pesar de la forma grata con que se desarrollaban los hechos, no escapó a la penetración de ambas partes el grave peligro que significaba para los indios el contacto con hombres de nueva mentalidad… y nuevos vicios. Bridges envió a Lasserre unas sugestiones para el gobierno del lugar y, basado en ellas, el comandante redactó un reglamento”. [4]

Cabe inferir con seguridad que el eufemismo vicios se refiere a que se propagaron enfermedades contagiosas y el alcoholismo; que los lugareños desconocían ni tenía anticuerpos desarrollados por lo que la mortalidad fue más grave.

Entonces, Ushuaia fue también puerto de ingreso de epidemias a Argentina y probablemente a Chile.

Por otro lado es oportuno hacer notar que en esa fecha ya se conocían en América y Europa los peligros por el contagio aunque, no obstante los documentos de la época que hemos consultado referidos a Ushuaia no son precisos al respecto.

Además es interesante recordar a la fiebre amarilla que había asolado el Río de la Plata, tuvieron lugar en (Montevideo, en 1857) y Buenos Aires en 1858, seguramente por el desembarco del “Prince” que también había recalado en Río de Janeiro.

Por lo menos en lo aquí señalado, las acciones planteadas en la época por algunos individuos como progresismo significaron calamidades en las poblaciones a las que se decía impactar positivamente con medidas de desarrollo sin respetar los valores, creencias y costumbres propias; además de las aberraciones criminales cometidas en numerosas oportunidades.

Los sistemas inmunológicos de los habitantes locales no pudieron hacer frente a las enfermedades como la tuberculosis, viruela, sífilis, etcétera, traídas por los navegantes, diezmándolos y destruyendo sus organizaciones sociales.

En esa época fundacional un entusiasmado pastor británico Thomas Bridges (1842-1898) escribió: “El establecimiento de la subprefectura será ciertamente de ayuda para mantener en orden a los nativos de malas inclinaciones. (…) Por fin la Argentina se interesa por la región austral de su territorio”, [5] aunque tuvieron que transcurrir muchas décadas para que la situación relativamente cambiara, sobre todo en épocas electorales.

CON ALGÚN DETALLE

El citado más arriba pastor bautista e historiador Arnaldo Canclini (1926-2014) continúa: “(en una recepción formal) el coronel ʻhabló en los términos más halagadores de Mr. Bridges, que dirige la Misión, que ha demostrado ser un gran éxitoʼ. Agrega cómo los indios han sido civilizados, de lo cual ha informado al presidente Roca (según crónica en The Standard, del 26 de noviembre, repetida el 7 de diciembre). Desgraciadamente, la estricta división, tanto geográfica como administrativa, no se cumplió, como era de prever. Y si decimos ʻdesgraciadamenteʼ es porque el contacto con la raza blanca produjo lo que ha ocurrido en tantas partes del mundo y muy especialmente en nuestro continente: la aparición de nuevas enfermedades, para las cuales no está preparado el físico de los indios, y nuevos vicios, para los cuales no estaban preparados sus espíritus. En ningún momento, se puede dudar de las autoridades argentinas -que a lo largo de los años apoyaron a la Misión pero lógicamente no puede esperarse la misma rigidez moral en el personal de tropa y demás pobladores que fueron llegando. Muy pronto, la presencia de los nuevos habitantes se hizo sentir por enfermedades hasta entonces desconocidas en Tierra del Fuego. Mientras Bridges se encontraba en un barco argentino en viaje a la isla Dawson, se produjo una epidemia de sarampión y el cuadro que encontró a su regreso fue realmente pavoroso. Lawrence, que había quedado a cargo de la Misión, escribía lo siguiente: ʻLo que hemos sufrido y experimentado durante las últimas semanas es más de lo que podemos describir. En pocos días, después que Mr. Bridges nos dejó, la fatal enfermedad se esparció por todas las casas y chozas, aun a nuestros niños. En un momento, casi todos los nativos estaban en tan desesperada condición, que difícilmente podía encontrarse quien nos ayudara. Providencialmente, el Allen Gardiner estaba con nosotros y Mr. Whaits y yo, que no hubiéramos podido hacer solos el trabajo necesario, hemos encontrado así la ayuda imprescindibleʼ. La epidemia duró alrededor de tres meses y los misioneros calcularon que en ese período, murió la mitad de la población yagana. En un escrito de 1891, Stirling dice que el pánico produjo en los indios un nuevo instinto de dispersión. A principio de 1885, llegaron a Ushuaia dos auxiliares para la Misión: la señora de Hemmings, consagrada mujer, enfermera, viuda, que habría de ocuparse del asilo, y el carpintero Henry Burleigh, con su esposa, que debieron volver casi enseguida a Keppel. En esa época, también llegó el primer gobernador argentino, el capitán de fragata Félix M. Paz, que ejerció su cargo hasta el 6 de junio de 1890. El capitán Paz se mostró siempre un buen amigo de los misioneros y creía conveniente trasladar la sede del gobierno a la isla Gable, pero tal cambio no llegó a efectuarse. En 1886, se hizo un nuevo censo de los indígenas, que arrojó un total de 397 yaganes en todo el archipiélago. La disminución era tan rápida como evidente y no se detuvo. Hace algunas décadas, Gusinde pudo contar sólo cuarenta y tres individuos y en 1946 el número había descendido a veintiocho, amén de un reducido grupo de mestizos. Poco después del citado censo de 1886, se produjeron algunas leves epidemias da neumonía, escrófulas y tuberculosis, matando a gran número de indios, inclusive a Cranmer Okokko. La tuberculosis subsistió entre los últimos remanentes de la raza. A fines del año 1886, Bridges hizo un viaje a Inglaterra, a donde llegó en noviembre. Mientras estaba allí, presentó su renuncia al cargo de misionero. Se basaba en el hecho de que el reducido número de yaganes que quedaba no justificaba los grandes gastos de la Misión en Ushuaia y que, a su juicio, era preferible ayudar a los indios a establecerse en otra parte, dándoles trabajo. (…)

En 1890, un marinero de una nave argentina llevó una grave epidemia de viruela, que había sido precedida por otra de tifoidea. En poco tiempo, falleció la tercera parte de la población yagana. Problemas de ese tipo y los de orden moral, que iban en aumento, hicieron que, en Inglaterra, se estudiara un posible traslado de la Misión. [6] La presión de tal criterio aumentó en 1891 cuando apareció otra epidemia, la tos convulsa, que fue aportada por el hijo del primer maestro argentino”. [7]


[1] Del inglés: warlord. Autoproclamada autoridad política regional con ejército propio o por adhesión, ejercían el poder en forma autoritaria y en beneficio propio; desconocía cualquier autoridad central.

[2] Bodard, Lucien. El Cónsul. Plaza & Janés. Página 78. Barcelona, España. Julio de 1977.

[3] Uruguayo radicado en Buenos Aires en 1850. Fundador de la ciudad de Ushuaia.

[4] Canclini, Arnoldo. Así nació Ushuaia. Orígenes de la ciudad más austral de mundo. Editorial Plus Ultra. Buenos Aires, Argentina. 1989.

[5] Bridges, Lucas. Carta. Ushuaia. 30 de octubre de 1884.

[6] Era un emprendimiento privado con financiamiento propio reunido de diversas fuentes, inclusive con aportes de los habitantes nativos.

[7] Canclini, Arnoldo. Así nació Ushuaia. Orígenes de la ciudad más austral de mundo. Editorial Plus Ultra. Buenos Aires, Argentina. 1989.