MONTE CERVANTES. El día que Ushuaia recibió a más de un millar de náufragos

El episodio llamó la atención del mundo entero, aún conmovido por la tragedia del Titanic, ocurrida doce años antes. El 22 de enero de 1930, el enorme crucero turístico chocó contra una roca en el Beagle a poco de zarpar de regreso a Buenos Aires.

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El 22 de enero de 1930 zarpó del puerto de Ushuaia el crucero turístico Monte Cervantes, tras pasar unas 15 horas en la ciudad, procedente de Punta Arenas y destino final Buenos Aires, de donde había partido siete días atrás.

En lugar de tomar por la ruta recomendada en el canal Beagle, su capitán alemán, Teodoro Dreyer, y el práctico Rodolfo Hepe, apuntaron a las islas Les Eclaireurs, con la pésima fortuna de, a las 12:45, chocar contra una roca que no aparecía en las cartas náuticas. Herido de muerte, el barco comenzó a inundarse, se inclinó y quedó varado con las hélices fuera del agua.

Cada uno de los 1117 pasajeros a bordo fue desembarcado en alguno de los 30 botes prolijamente en el transcurso de una hora. La mayoría derivó hacia la playa a la altura de la estancia Remolino, y de allí trasladados hacia la ciudad.

Pasados 93 años, uno los hitos históricos y culturales más importantes que haya vivido Ushuaia, fue recordado y analizado por una de las personas que más se interesó y estudió el evento, el historiador, escritor y médico veterinario, Adrián De Antueno.

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Historiador, escritor y médico veterinario, Adrián De Antueno, experto en el Monte Cervantes.

El hundimiento del Monte Cervantes “tuvo relevancia local y vaya si la tuvo, pero también nacional y sobre todo internacional, porque el hecho ocurrió a 12 años del hundimiento en el hemisferio Norte del Titanic. En aquel entonces, los diarios de todo el mundo hablaban del Titanic argentino”, reflejó De Antueno por FM Master’s.

A bordo del enorme crucero viajaba una tía del relator, Beatriz De Antueno Echeverry, posiblemente la razón de su interés histórico: “ella era escritora, en aquel entonces tenía 30 años”. Según compartió, “ella ha dejado muchos testimonios personales para el museo del Fin del Mundo, como toda su colección de fotografías y una carta extensa al cumplirse los 85 años del naufragio”.

El impacto que tuvo para la ciudad la repentina presencia de cerca de 1200 personas que tuvieron que desembarcar de forma urgente y como pudieron, fue según el experto “muy importante para una ciudad que tenía apenas 800 habitantes, la mitad presos y presidiarios. Eran muy pocas personas, familias y casas para recibir a esa gran cantidad de náufragos que quedaron no solamente a la deriva en el mar, sino también en aquella Ushuaia de apenas dos calles”, Maipú y San Martín.

En ese sentido es que evaluó que el principal legado del episodio es “la solidaridad tan importante que tuvieron aquellos pioneros, aquellos primeros habitantes de Ushuaia que debieron recoger en sus casas como pudieron y cobijar durante más de una semana dándoles abrigo, alimentos. Fue una acción realmente comunitaria y solidaria”.

En Ushuaia hay dos calles, Náufragos de Monte Cervantes y Capitán Dreyer, muy céntricas, que recuerdan el naufragio en modo urbanístico. Lamentó De Antueno que no estén unificados en un lugar todos los objetos rescatados del crucero: “casi todos los objetos materiales quedaron desparramados por la ciudad, hay mucho”.

Mencionó objetos del Monte Cervantes sobre todo en el museo de Fin del Mundo, pero también en el Marítimo y en el del Presidio, así como en antiguas casas de Ushuaia como el viejo almacén de Enrique Chasco, o la residencia de la familia Salomón.

“Hay diplomas, fotos, agradecimientos, eso se replicó en cada una de las familias que recibió a los náufragos y que los cobijó, porque una vez que terminó el naufragio y los náufragos devueltos a su ciudad de origen, o por lo menos al puerto de Buenos Aires, siguieron por muchos años en contacto con la población de Ushuaia”.

De hecho, en la iglesia Nuestra Señora de la Merced hay dos elementos culturales muy importantes, “un vitreaux de más de dos metros por un metro hecho por una artista de la época, y una placa de bronce que refleja artísticamente una foto de aquel naufragio”.

Por supuesta aludió a muchos objetos que fueron rescatados del fondo del mar por “nuestro querido amigo Héctor Monsalve, quien buceó sobre todo ahí en Les Eclaireurs toda la parte de la cubierta que fue desprendida para tratar de rescatar el desguace submarino que se hizo años después, a partir de 1947”.

A 93 años de aquel naufragio que tanta repercusión generó en la época y que aún hoy se recuerda cada año como uno de los hechos históricos más trascedentes de la ciudad, Adrián De Antueno vio con buenos ojos que “las autoridades de Cultura tendrían que ver cómo hacer para reunir toda esta información, para que esté más a mano y para que todos podamos disfrutarla y que pueda ser valorada por aquellos que nos visiten”.