BASE MARAMBIO. A 53 años del primer aterrizaje de un avión con ruedas en la Antártida

Fue gracias a la construcción en la isla Marambio de una precaria pista que un grupo de militares emprendió, a fuerza de pico, pala y barreta, en el desierto helado antártico. Uno de sus protagonistas relató la hazaña de 1969.

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El pasado sábado 29 de octubre se cumplieron 53 años de la fundación de la base Marambio en el continente antártico, cuando concluyó el trabajo realizado por la “Patrulla Soberanía”, que construyó, a pico y pala, y logró habilitar una pista apta para el aterrizaje de aviones de gran porte con tren de aterrizaje convencional, un acontecimiento histórico que rompió para siempre con el aislamiento de la Antártida, accesible hasta entonces únicamente por vía marítima y en época estival.

Uno de los integrantes de aquella patrulla, Juan Carlos Luján, presidente de la Fundación Marambio y veterano de Malvinas, por FM Master’s recordó algunos detalles y anécdotas de aquella historia de 1969 en el sector argentino de la Antártida.

La isla Marambio está situada en el Mar de Weddell y comprende una meseta elevada a 198 metros, formada por un suelo barroso de tierra arcillosa congelada (permafrost) del que sobresalen piedras y rocas diseminadas en toda su extensión.

Luján recordó con orgullo el trabajo de la patrulla “que se instaló en la meseta y con pico, pala y barreta construyó la primera pista de aterrizaje en la historia de la humanidad donde por primera vez, el 29 de octubre de 1969, aterrizó un avión de mediano porte con ruedas”.

Antes de ese hito, llegar a la Antártida sólo era posible por medio naval en época de verano, entre noviembre o diciembre hasta marzo, “porque los hielos se consolidan y no se puede operar”.

La primera vez que Luján fue a la Antártida, dos años antes, en 1967, “nos operaron de apéndice. nos dieron duplicados de anteojos y distintos elementos, porque nos dejaban en la base y recién nos pasaban a buscar al cabo de un año. Quedábamos completamente aislados”

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La pista en la isla Marambio, a 53 años de su construcción (Ph: argentina.gob.ar)

La misión encomendada en 1969 fue la construcción de la pista, “casi sin elementos, cuando llegamos a la isla tuvimos que ir a una superficie plana de barro congelado con piedras y rocas que afloraban en la superficie. Se instalaron las carpas, se tomaron las medidas. Con picos, palas y barretas sacábamos en un ancho de 25 metros, piedras grandes, y en su lugar poníamos piedras chicas y así íbamos compensando, hasta que al final poníamos pedregullo y alisábamos, de forma tal que pueda rodar la rueda de un avión”.

El trabajo duro durante en día para descansar por la noche en pequeñas carpas para dos personas, “que cuando entrábamos prendíamos un calentador Primus, nos sacábamos la campera y las botas, nos metíamos en la bolsa de dormir y quedaba la boca para afuera para respirar. Teníamos barba copiosa que se nos cubría de hielo y no podíamos mover la boca hasta que el calorcito del calentador nos derretía”. Durante la noche, dentro de la carpa, las temperaturas eran de hasta -20º.

Avanzando en la construcción de la primitiva pista, recibieron el auxilio de un Hércules C-130 que lanzó desde el aire en paracaídas distintos elementos como cartas, comida, picos de repuesto.

El 29 de octubre de 1969, cuando la pista tenía 900 metros de longitud por 25 metros de ancho, se hicieron cabeceras de pistas con tambores de 200 litros con combustible para ayudar visualmente la navegación: “Por primera vez en la historia de la humanidad, un Fokker F-27 después de cruzar el pasaje de Drake de 1000 km entre costa y costa, 1350 km en total, aterrizó en esa pista con ruedas”.

“Fue una tremenda emoción, se había cumplido un sueño una utopía, una locura” relató emocionado Juan Carlos Luján. A los 15 días regresaron a la base Matienzo. En Marambio entró la nueva dotación, y también en carpa y a pico y pala, extendieron la pista a 1200 metros. Con esa capacidad, el 11 de abril aterrizó un Hércules C-130, “un galpón con alas, inmenso, con una rampa donde ingresa un vehículo sin utilizar guinches” apreció.

Para Luján, aquel desafío cumplido “cambió la era antártica”, apreciación totalmente cierta si se contempla que, actualmente, desde Buenos Aires son 6 horas 45 minutos de vuelo en Hércules C-130, y desde Ushuaia sólo 3 horas, durante los 365 días del año, siempre que las condiciones meteorológicas lo permitan.