El suicidio se ha convertido en una crisis creciente que afecta a numerosas familias. La licenciada Andrea Otamendi explicó cómo la prevención efectiva depende de la capacidad de hablar abiertamente sobre el tema, enfrentando estigmas y promoviendo apoyo emocional.
La licenciada Andrea Otamendi exploró la creciente preocupación en Tierra del Fuego por el aumento de suicidios, un fenómeno que está golpeando fuertemente a la comunidad. En su análisis, destacó la importancia de enfrentar el problema con apertura y empatía, enfatizando que hablar sobre el suicidio es esencial para implementar estrategias de prevención efectivas. Este enfoque busca superar las barreras del silencio y el estigma que frecuentemente rodean la problemática.
La licenciada aportó por FM Master’s una visión esclarecedora sobre cómo la comunicación puede ser una herramienta clave para prevenir este trágico desenlace.
Otamendi señaló la importancia de hablar del suicidio, a pesar de la incomodidad que el tema pueda generar: “Una de las mejores maneras de prevenir un intento y un acto suicida es hablando de eso. Por más que nos incomode, obviamente cuando estamos con nuestros seres queridos es lo que menos queremos pensar. Pero es la mejor manera de prevenirlo”. Esta afirmación subraya la necesidad de enfrentar el problema desde la raíz, rompiendo el silencio que lo rodea.
Uno de los mayores desafíos en la prevención del suicidio es la creencia errónea de que hablar del tema puede inducir a alguien a cometer el acto. Este mito es recurrente entre los familiares de personas con ideación suicida, quienes muchas veces evitan abordar el tema directamente por miedo a «dar ideas». Sin embargo, Otamendi aclaró que “la gran mayoría de las personas, en un gran porcentaje, antes de intentar cometer el suicidio, lo comentan. Dicen que tienen ganas de matarse o hablan de la idea de morir por lo menos. Son muy pocas las personas que no lo hablan antes”.
En su experiencia clínica, Otamendi ha observado que la prevención efectiva del suicidio depende en gran medida de la red de apoyo con la que cuenta la persona afectada. Esto incluye tanto a la familia inmediata como a un círculo más amplio de amigos y profesionales de la salud mental. “Hay que poder alojar que un hijo quiera suicidarse, hay que tener con qué sostener eso y ahí está la importancia de esta red familiar y la contención de que no sea una única persona la que esté ahí”, enfatizó. El papel de la familia y los amigos no debe subestimarse, ya que son ellos quienes pueden identificar los primeros indicios de una ideación suicida y actuar en consecuencia.
Otamendi propuso una forma simple pero efectiva de entender las señales de alerta, comparándolas con un termómetro emocional. Según ella, el “verde” representa un estado sin preocupaciones evidentes, mientras que el “amarillo” surge cuando la persona comienza a hablar sobre la muerte de manera romántica o idealizada. En el nivel “naranja”, la persona ya verbaliza un deseo de morir, y el “rojo” indica que ya existe un plan suicida concreto. Este esquema permite a los familiares y amigos identificar el grado de riesgo y tomar medidas antes de que sea demasiado tarde.
Otro mito abordado por Otamendi fue la errónea percepción de que quienes se suicidan son cobardes o valientes. En realidad, según la psicóloga, estas personas están intentando lidiar con un dolor abrumador para el cual no ven otra salida. “Quien se suicida, y esto es otro mito, no es ni valiente ni cobarde. Es una persona que está tratando de lidiar con el dolor y no encuentra otra forma”. Este enfoque humaniza el sufrimiento de quienes contemplan el suicidio, permitiendo un entendimiento más profundo y empático de su situación.
El aislamiento social es otro de los indicadores clave que la experta identificó como señal de que algo anda mal. Muchas veces, las personas que parecen estar bien y sonrientes en público están, en realidad, lidiando con un profundo malestar emocional. “Un gran indicador de que algo está pasando es el aislamiento social. Esas personas que tanto se las ve sonriendo, si nos pusiéramos a hacer una retrospectiva de su vida, probablemente se hayan aislado, hayan mantenido muy pocos contactos”, observó finalmente la licenciada Andrea Otamendi.
En definitiva, la prevención del suicidio requiere un cambio de paradigma que comience por hablar del tema abiertamente y sin tabúes. La intervención temprana y el apoyo continuo son esenciales para salvar vidas. La psicóloga destacó que, si bien el camino puede ser difícil y doloroso, la comunicación honesta y la creación de redes de apoyo sólidas pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
