Una científica de la UNTDF repasó las tremendas consecuencias ambientales que el incendio, “el más impactante de la historia”, dejará en organismos, bosque, suelo, aire y cursos de agua. Algunos ambientes demorarán más de un siglo en recuperarse. Otros, no lo harán nunca.
Como “el más impactante incendio en la historia de Tierra del Fuego” calificó la docente e investigadora de la Universidad Nacional de Tierra del Fuego, Dra. Natalia Oro Castro, al siniestro de tremenda magnitud, y graves consecuencias ambientales, que azota desde hace dos semanas a la reserva provincial Corazón de la Isla, en cercanías de la localidad de Tolhuin.
La científica de la UNTDF no dudó en catalogar como “catástrofe socioambiental” el cúmulo de nefastas consecuencias que el ígneo, aún descontrolado, causará en todos los aspectos que conforman el ecosistema.
Oro Castro hizo referencia a grandes incendios en la provincia como los vividos en 2008 y 2012, “donde perdimos muchas hectáreas”, según consignó. De hecho, detalló que algunas son las mismas zonas que están siendo afectadas hoy por el gran incendio. Con seguridad afirmó que “la magnitud de este, no ha sido documentada jamás, sacando eventos de quema de pastizales de principios de siglo”.
En términos ambientales, los daños “son enormes, no solamente sobre la flora y la fauna, que es lo primero en lo que pensamos, sino también en otros seres vivos” entre os que mencionó a microorganismos del suelo, bacterias y hongos, que cumplen funciones importantes en los ciclos de los nutrientes, y que son consumidos por las llamas.
Las consecuencias sobre la atmósfera se traducen en “las grandes columnas que se forman, nubes llenas de polvo y partículas donde se producen una serie de reacciones químicas que liberan óxido de nitrógeno y óxido de azufre” este último el que provoca las llamadas lluvias ácidas, nada menos.
También calificó como “consecuencias terribles” las que el fuego provoca en el suelo, que “se degrada, se erosiona totalmente”. Así como afecta a los cursos de agua que aumentan su caudal.
“Del mismo incendio pueden desprenderse metales pesados de las rocas, por las grandes temperaturas que se alcanzan” de entre 700° y más de 1000º en diferentes sectores.
“Todo produce una degradación en el ecosistema en todo sentido” definió drásticamente la Dra. Oro Castro.
Dependiendo de la dirección de los vientos, las consecuencias se trasladan a otros sitios, como a Río Grande donde ya se constató presencia de humo y cenizas: “La ceniza puede volar muchos kilómetros, ya llegó a la Antártida y podemos encontrar restos del incendio a mucha distancia”. Sin ir tan lejos, enfatizó sobre lo que vive la población de Tolhuin con respecto al humo, donde ya se están evidenciando problemas respiratorios.
Una interesante explicación esbozó Oro Castro acerca de la dinámica ecológica de Tierra del Fuego en cuanto a los incendios forestales, a diferencia de otros lugares en el planeta. Indicó que en la provincia “no está manejada por el fuego como sí en otros ecosistemas. Un incendio forestal se desata, naturalmente, o por vulcanismo o por tormentas eléctricas, que en la provincia no tenemos prácticamente”. Por lo tanto, evaluó que “casi el 100% de las veces son producidos por negligencias. En 2008 fue por la actividad de quema de los aserraderos, solo una chispa que vuela en un contexto de sequía extrema, hace que se desate un incendio forestal, o un fogón mal apagado”.
La superficie total afectada en un incendio forestal incluye lo que se quemó, pero también zonas que no se quemaron, dentro del mismo sector. “Es alarmante la cantidad de hectáreas afectadas” consignó. “Habrá que hacer un plan, una investigación para ver realmente cuánto de todas esas hectáreas se afectaron y planificar acciones de remediación”.
Por otro lado, consideró importante distinguir qué ambientes fueron afectados. Por ejemplo, las turberas son ambientes que no se recuperan más: “De hecho la provincia la trata como un recurso no renovable a pesar de que es un ecosistema con vida”.
Los bosques propiamente se pueden recuperar, pero, para tener una idea, llevará más de 100 años siempre y cuando no haya ninguna otra intervención: “En un incendio forestal dependerá de muchos factores, por ejemplo, la severidad o si quedan árboles vivos como semilleros”.
Las medidas de restauración que se dispongan eventualmente en estas zonas, en base a la experiencia, arrojarán resultados que “no los van a ver nuestros hijos, ni los hijos de nuestros nietos” según tristemente evaluó.
La experta dijo que es recomendable no sacar del lugar, una vez apagado el ígneo, la madera quemada, porque esa presencia al menos dota de protección contra la radiación solar al momento de la regeneración natural. Así como también asegurar que no se quiten “plantas nodrizas” que puedan sobrevivir.
Sí pronosticó que, si en un sitio quemado luego se incorpora ganado, “no se recupera más, hay evidencia en Tierra del Fuego”.
El último de los efectos que enumeró la Dra. Natalia Oro Castro, fue la repelencia al agua que el suelo recientemente quemado experimenta, lo que provocará que toda el agua disponible va a ir parar a los cauces, con el consiguiente aumento de su caudal, cenizas incluidas. Eso, claro está, cambiará toda la red trófica. Además de la mayor erosión sobre los bordes de los cauces.