El primero que se va reír mucho con esta introducción es mi amigo Guillermo Worman. Llevo semanas diciéndole que no voy a hablar de este tema. Y acá estoy.
El asunto es así: desde el comienzo de la gestión del actual gobernador Gustavo Melella, y desde el proceso de selección de Ernesto Loffler como nuevo juez del Superior Tribunal de Justicia, cada vez que escribo del gobierno de Melella o de la Justicia, soy escrachado a través de sitios anónimos. No solo yo, lo mismo le pasa a Guillermo y a las pocas voces disidentes de la actualidad.
En lo personal, como aseguraba un filósofo francés, me chupa un huevo. Pero ha ocurrido hace unos meses, que para escracharme a mí utilizaron fotos de mi Facebook personal donde aparezco en un festejo familiar junto a mi esposa e hijas. Entonces, no está bueno que con el afán de agarrárselas conmigo se metan con mi familia y encima sin dar la cara.
Como sea, ya he contado que el sitio anónimo Guanaco Sur, desde donde se gestaban y financiaban los escraches, fue finalmente cerrado luego de comprobarse quién era la persona responsable y de que se certificara que la propia gestión de Melella, a través del secretario de Medios Jorge Canals, ponía publicidad oficial en el sitio.
Ahora la campaña ha virado hacia otra cloaca de similar contenido. Se llama El derrape y hace base en su cuenta anónima de Facebook. La modalidad es la misma. Notas plagadas de injurias, con fotografías trucadas, donde me tratan de chorro, de haberme enriquecido con publicidad oficial y de barrabasadas por el estilo, por supuesto sin ninguna prueba.
Aunque se trata de sitios marginales, sus dueños fantasmas pagan publicidad y Facebook distribuye las mentiras hasta el hartazgo y hasta convertirlas en virales, transformándose también en cómplice directo del delito. Sí, Facebook es partícipe necesario de este tipo de campañas. Y cobra por ello.
La maniobra se completa con un ejército de trolls, que a través de cuentas tan falsas como El derrape, replican el contenido y lo comparten en sitios de clasificados o en cualquier grupo donde haya más clientes desprevenidos.
Sin embargo, no es idea de esta reflexión ni victimizarme ni volver sobre un asunto superado en lo que a mí respecta. Es el apriete de estos tiempos. En otra época te subían a un auto, te secuestraban o te mataban. Así que no es para hacer tanto lío.
Lo que quería era contar otro fenómeno muy preocupante para mi gusto y que atañe al funcionamiento de las redes sociales.
Arranco con una anécdota.
Mirando el otro día una publicación falsa de El derrape, me encuentro con que había sido compartida por un par de personas a las que conozco desde hace mucho tiempo, y que también me conocen a mí. No eran precisamente de esos enemigos declarados, a quienes también tengo identificados y que no desaprovechan ninguna oportunidad para injuriarme, sea por motivos reales o, como en este caso, ficticios. Los que compartieron el posteo difamador eran personas con las que mantengo, digamos, una relación de respeto mutuo. Le escribí a una de ellas y se produjo más o menos el siguiente diálogo:
-Qué raro que compartas este contenido falso, donde se me injuria sin fuentes y a través de un sitio anónimo.
-¿Qué contenido?
-El que acabás de compartir.
-Ah, no sé. Me pareció que era una publicidad de tu nuevo libro, me gustó y lo compartí.
-¿Te parece que voy a hacer publicidad de mi libro diciendo que soy un chorro?
-No sé, qué se yo. Entendí que era algo bueno.
Algo similar me pasó con la otra persona a la que contacté. Tuve toda la sensación, y también la certeza, de que ambos habían compartido el contenido sin haberlo entendido. Sin tener conciencia de que se sumaban a una campaña de difamación orquestada por el poder. Simplemente no lo habían comprendido.
Me pregunto entonces, si en las redes sociales nos comportamos igual que frente a las góndolas de los supermercados. Ante tanto estímulo perdemos capacidad de comprensión. Leemos sin entender, compartimos sin saber de qué se trata. Autómatas con sentidos disminuidos, compramos lo que nos venden.
Me gustaría, para terminar, hacer un breve aporte a la confusión general. Un modesto decálogo para evitar caer en el sótano inmundo de las fakenews y de las campañas orquestadas de desprestigio.
1-Invertir el preconcepto de verdad publicada. Al entrar en una red social hay que hacerlo con el convencimiento de que todo lo que se verá es falso.
2-Someter a cualquier publicación o posteo a un primer test básico de falsedad. Por ejemplo, si la que escribe dice ser tu madre, conocés su cuenta y sus fotos de perfil, e interactuás con ella regularmente, es posible que la foto y el texto que tenés delante tuyo, sea verdadero. Ahora, si el posteo es de una cuenta desconocida llamada “Argentinos por la verdad”, “Basta de corrupción” o “El derrape noticias”, es muy probable que todo sea falso.
3-No hay que confundir al que postea con el contenido que se comparte. Si es tu madre la que publica, pero está compartiendo una noticia de “El derrape noticias”, por más que sea tu madre, te están cagando.
4-Hay que combatir la empatía de pensamiento. Si el posteo o la noticia que te aparece en una red social te resulta verosímil porque cumple con tus expectativas o tus ideas, eso no significa que sea cierta. Justamente los algoritmos juegan con esa noción todo el tiempo. Permiten que se compartan contenidos afines a tus pensamientos, para que te resulte fácil creerlos, por más que sean absolutamente falsos.
5-Antes de compartir un contenido, primero leelo completo, hasta la última línea. No compartas por haber leído solo el título o por haber mirado la foto. Y tratá de que sea lectura comprensiva. Entendé el texto, sus propósitos, su significado.
6-Si se trata de una noticia, fíjate si el mismo contenido ya fue publicado en otros lados, sobre todo en medios de comunicación identificables o por personas que conozcas.
7-Buscá evidencias. Nadie puede pedir que hagas una investigación antes de creer algo o de compartirlo. Pero usá el sentido común. ¿Qué pruebas hay de lo que me están diciendo? ¿Hay algo concreto que me motive a creerlo? ¿La foto que me muestran parece trucada? ¿Publican algún documento de respaldo?
8-Ante la duda, no lo compres. Las redes están llenas de contenidos compartidos en los que alguien escribe: ¿será verdad esto?. Si tenés dudas, no lo compartas. Hacerte la pregunta pero de todos modos ayudar a difundir una mentira, no te exime de responsabilidades.
9-Si el contenido no es ni verdadero ni falso, sino una opinión o una crítica a alguien o a algo, igual preguntate el sentido de compartirlo. ¿Sirve para dar un debate, o solo para crispar los ánimos del que piense diferente? ¿Querés provocar al otro o tratar de persuadirlo de tu idea?
10-Quieras o no, en una red social tu rol es el de un comunicador. No importa que no hayas estudiado para serlo. Hay muchos que estudiaron y seguramente son peores que vos. Pero si vas a ejercer ese rol, hacelo con responsabilidad. Eso significa dos cosas. Primero, usá la libertad. Y segundo, hacete cargo de las consecuencias de tus palabras o de tus posteos. Una cosa, sin la otra, no es libertad.