El FMI publica en su sitio web un artículo cuestionando el costo del régimen industrial de Tierra del Fuego y afirmando que la sustitución generalizada de importaciones cayó en desgracia hace décadas.
«¿Deberían las economías en desarrollo seguir a Estados Unidos y China construyendo campeones nacionales?». La pregunta la formula Douglas Irwin en la última edición del blog del Fondo Monetario Internacional y en su análisis apunta contra el modelo de ensamblado de las fábricas de Río Grande, en Tierra del Fuego.
En medio de la fragmentación de la economía mundial y el aumento de restricciones comerciales que preocupa al Fondo, el profesor se pregunta si las economías en desarrollo deben navegar el entorno de «políticas industriales y subsidios, restricciones a la importación basadas en preocupaciones ambientales y de seguridad nacional, y controles de exportación para castigar a los rivales geopolíticos y garantizar el suministro interno».
Para Irwin «El debate sobre la política industrial lleva mucho tiempo estancado. Algunos lo ven como esencial para el crecimiento de la productividad y la transformación estructural, mientras que otros lo ven como un cómplice de la corrupción y el fomento de la ineficiencia. Algunos apuntan al costoso intento de Argentina de promover el ensamblaje de productos electrónicos en Tierra del Fuego, mientras que otros apuntan a relucientes fábricas de alta tecnología en China y Corea. Los efectos son fáciles de exagerar. Los modelos cuantitativos sugieren que las ganancias incluso de las políticas industriales diseñadas de manera óptima son pequeñas y es poco probable que sean transformadoras»
El autor destaca como novedad «que Estados Unidos se ha unido a China en una adopción explícita de políticas industriales. China ha estado en el juego al menos desde que el presidente Xi Jinping reafirmó el control estatal sobre la economía, alejándose de las políticas orientadas al exterior de Deng Xiaoping y sus sucesores. La iniciativa Made in China 2025, que consiste en grandes subsidios a industrias específicas, ha dado paso a la idea de doble circulación, enfocada en reducir la dependencia externa mediante el fortalecimiento del abastecimiento interno por parte de empresas locales y el impulso por la autosuficiencia en tecnologías clave. Estados Unidos comenzó a proteger las industrias del acero y el aluminio, aparentemente por motivos de seguridad nacional, durante la administración Trump. Con la Ley CHIPS y la Ley de Reducción de la Inflación, EE. UU. introdujo subsidios para reorientar la producción de semiconductores y adoptó regulaciones restrictivas de contenido nacional para vehículos eléctricos para garantizar la producción nacional. Y la Unión Europea siempre ha tenido políticas industriales, anunciando en 2020 una estrategia industrial para potenciar su autonomía estratégica abierta en la transición hacia una economía verde y digital.»
Irwin cuestiona el costoso intento de Argentina de promover el ensamblaje de productos electrónicos en Tierra del Fuego y afirma que la sustitución generalizada de importaciones cayó en desgracia hace décadas
Irwin reconoce que se trata de un «debate perenne» desde los tiempos de bajos términos de intercambio donde se pensaba que se necesitaban «políticas de sustitución de importaciones» para que sus economías fueran más autosuficientes y menos dependientes de otros mercados.
El artículo fue publicado en diversos medios nacionales. Para El Cronista el régimen de promoción industrial de Tierra del Fuego formará parte del debate electoral una vez más. Sus detractores aseguran que se trata de un esquema que consume divisas bajo un sistema de protección de importaciones que a su vez genera productos con mayor costo interno y atraso tecnológico. En su defensa, el punto es la creación de empleo privado y actividad en una zona estratégica aunque hay, incluso en la provincia, planes para reconvertirlo a un modelo de mayor agregación de valor.
Para el bloguero invitado -el Fondo Monetario aclara que «las opiniones expresadas en artículos y otros materiales son las de los autores; no necesariamente reflejan la política del FMI»-, la idea de que los países ricos tuvieron éxito porque protegieron sus industrias fue «una malinterpretación» de la historia.
«La sustitución generalizada de importaciones cayó en desgracia hace décadas«, agrega y contradice al economista surcoreano Ha Joon Chang, que estuvo hace poco en el país detallando una vez más la experiencia de desarrollo de Corea del Sur, una visión que destacó días atrás la vicepresidenta Cristina Kirchner.
«La experiencia de los países exitosos de Asia oriental le ha dado un brillo positivo, pero incluso aquí la historia estándar puede inducir a error«, sostiene el invitado del Fondo.
En el caso de Corea del Sur, indica que «la política principal consistía en establecer un tipo de cambio realista que permitiera que las exportaciones florecieran junto con un crédito más barato para todos los exportadores, no para las industrias específicas. La política industrial realmente no comenzó hasta el impulso de la industria química y pesada de 1973-1979, que luego terminó debido a sus costos excesivos e ineficiencia. Pero el rápido crecimiento de Corea ya se había desatado antes de la era de la política industrial«.
Los subsidios industriales a gran escala parecen ser un lujo que los países ricos pueden permitirse, sostiene el autor, que considera que no todos deban seguirlos. Construir ciertas industrias nacionales a través de subsidios gubernamentales y restricciones comerciales sería una estrategia arriesgada», agrega.
«Los subsidios podrían terminar siendo costosos y los beneficios podrían resultar esquivos. Las restricciones comerciales corren el riesgo de iniciar un giro dañino hacia adentro hacia el proteccionismo que reduciría las ganancias de exportación y, por lo tanto, reduciría las importaciones críticas que compran».
Con el foco fiscal que mantiene como base de sus políticas el FMI, la posición de Irwin agrega que «las economías en desarrollo fiscalmente limitadas no pueden permitirse subsidios generosos para los productores nacionales cuando los balances fiscales son precarios y los beneficios inciertos».
Su reflexión no incluye el debate global sobre cuál es el nivel de déficit que debería tener un país en desarrollo, donde se reclama margen fiscal para estas políticas industriales. En cambio, asegura que «los escasos fondos públicos pueden gastarse más eficazmente en mejorar la salud y la educación y ayudar a los pobres en lugar de destinarlos a las industrias nacionales».
El economista abona a la visión de que los emergentes deben mejorar su eficiencia en el agro. «Muchos países han logrado avances económicos en las últimas décadas comprometiéndose con la economía global en lugar de cerrar mercados con la esperanza de estimular la innovación local. China no se enriqueció a través de la política industrial, sino mejorando la productividad en la agricultura, permitiendo la inversión extranjera en la manufactura y liberando al sector privado», enfatiza el autor del blog.
Douglas Irwin es Profesor de Economía en Darmount College, en 2017 publicó Clashing over Commerce: A History of U.S. Trade Policy que fue seleccionado por The Economist and Foreign Affairs cómo uno de los libros del año. Actualmente es presidente electo de la Economic History Association. Es investigdor asociado del National Bureau of Economic Research .
Los subsidios industriales a gran escala parecen ser un lujo que los países ricos pueden permitirse. El hecho de que EE. UU., China y la Unión Europea puedan pagar los subsidios no significa que otros países deban seguirlos.
Douglas Irwin
Fuente: El Cronista y IMF