CONVENCIÓN ESTATUYENTE. El balotage es la solución a un problema que no tenemos (Por Guillermo Worman)

Mientras que en Ushuaia se habla de la organización del poder dentro de la Reforma Estatuyente, las ideas van y vienen, tengan sentido o no.

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Durante la campaña electoral, hasta mayo de este año, se habló mucho de “dejar la Carta Orgánica como está, que como está es suficiente”.

Incluso, más de una vez escuché esto de “abrimos la Convención y en el mismo acto la cerramos, porque no es necesario tocar nada de lo que está”.

En aquellos momentos, percibí que había dos grandes grupos: los que querían una reforma de fondo y otros que defendían a ultranza la Carta Orgánica original.

Ahora, por cierto, me doy cuenta de lo sorprendentemente fácil que es olvidar lo que se defiende en otros momentos.

Cinco meses después de aquellas ideas, los escenarios han cambiado profundamente. A tal extremo que la incorporación de la segunda vuelta electoral (para los afrancesados el “ballotage”) se volvió en una cuestión de vida o muerte de la democracia local.

¿Alguien sacó cuentas de cuánto sale una elección municipal? Los comicios del 15 de mayo costaron de los dineros públicos algo más, algo menos, treinta millones de pesos.

Como todos saben, lo que más se lleva de presupuesto es el pago de las autoridades mesa, la logística y servicios informáticos (almacenamiento en la nube, software, escrutinios definitivo y provisorio).

Para discutir a valores de hoy tomando la inflación oficial: Un poco más, un poco menos, hacer una elección en octubre tendría un costo aproximado de treinta y nueve millones de pesos del presupuesto público. Sí, $39.000.000.

Cuando empecé a escribir esta nota recordé que la última publicación que hice sobre el tema generó las reacciones lineales de siempre. El reduccionismo directo de las mentes quemadas por la grieta. Los que razonan que, si no se piensa como ellos, todo lo demás está mal y se pasa a estar en el bando de los enemigos. Allá ellos.

Me acordé de nuevo que lo más importante es que podamos deliberar comunitariamente. Y esta nota va en este sentido.

A días de terminar con la Reforma Estatuyente, me parece válido que pensemos qué se está haciendo y que recordemos qué propuso cada uno en su momento. Y analizar cuál es la distancia que separa el discurso de campaña y la realidad de los hechos.

El ex presidente Raúl Alfonsín (por quien tengo un enorme respeto) ganó las elecciones en 1983 con el 51,75% de los votos. A pesar de ello, su mandato terminó con un final anticipado.

En diciembre de 1999, Fernando De la Rúa cosechó el 48,37% de los sufragios en la elección, pero su gobierno terminó durante aquel triste episodio del 20 de diciembre del 2001.

Eduardo Duhalde fue un presidente sin lograr otros votos que los que obtuvo para ser senador nacional. Su gobierno fue la transición hasta el 25 de mayo de 2003.

Atención a esto: Carlos Menem ganó la primera vuelta a Néstor Kirchner con el 24,45% de los votos para el riojano contra el 22,25% que sacó el santacruceño. Y Ricardo López Murphy obtuvo el 16,37% de los votos.

Kirchner ganó porque el otro (Menem) se bajó de la segunda vuelta. Miren estos datos oficiales: Ese año el PIB subió el 8,8%, en 2004 el 9%, en 2005 el 9,2%, el 8,4% en 2006 y, finalmente, en 2007 creció el 8%. Todos estos datos con fuentes oficiales.

“Hay que construir legitimidad y consenso para gobernar con mayor porcentaje de votos en las elecciones”, escuché decir en las últimas horas.

convencion estatuyente
La Convención debate en sesión la implementación de una innecesaria segunda vuelta electoral.

En casa está el diccionario de Política de Bobbio y Matteucci. Ahí definen a la Gobernabilidad como “la relación de gobierno, es decir, la relación de gobernantes y gobernados”. No la relacionan a la cantidad de votos que se obtienen en las elecciones.

¿Se entiende?

Néstor Kirchner perdió en primera vuelta y no ganó en el balotage. ¿Alguien puede pensar que su gobierno fue una gestión débil?

Fernando De la Rúa ganó en 1999 con casi el 50% de los votos. ¿Alguien puede pensar que su gobierno fue una gestión fuerte?

Repasemos esto rápidamente: ¿Daniele, Garramuño, Sciurano, Vuoto, Martínez, Colazo, Martín, Melella y Pérez tuvieron gestiones frágiles porque no fueron electos en segunda vuelta?

La gobernabilidad no se garantiza por el resultado de una vuelta, ni dos o tres elecciones. Tampoco con más de no sé cuál porcentaje.

Es una capacidad para construir un equilibrio permanente durante el ejercicio del poder.

¿Quieren otro ejemplo? En la actual Legislatura, el gobierno solo tiene 6 de las 15 bancas. Por favor, levante la mano el que piensa que la gestión Melella tiene algún inconveniente porque el resto de los partidos políticos tienen las otras 9 bancas.

Los gobiernos parlamentarios son sistemas estables, pero responden a las democracias europeas y a sus culturas. Nosotros, nosotras, no somos eso.

La crisis de gobernabilidad es a consecuencia de problemas de la gestión, no de la cantidad de votos que se lograron en la elección en donde se alcanzó el poder.

La legitimidad no surge de la cantidad de votos, sino de la calidad de las políticas públicas para resolver los problemas que sufren las sociedades.

No entiendo para qué quieren la segunda vuelta electoral como solución a problemas que las municipalidades de Tierra del Fuego nunca han tenido.

La verdad, no lo entiendo.

Además, piensen en los millones extras de presupuesto público que se va a invertir y en la cantidad de elecciones que podríamos tener en 2023.

En algún caso, según los escenarios, iríamos a votar siete veces durante el mismo año.

Si, en siete oportunidades distintas. ¿Ustedes están de acuerdo con esto?