Durante la pandemia aprendimos a vivir en condiciones extraordinarias para sobrellevar un problema en común. Nada nos impide repensar cómo funcionamos en momentos en que la naturaleza nos exige que cambiemos nuestra dinámica social.
Ushuaia es una ciudad impresionante. No solo por estar en el extremo sur del país, ni tampoco por el encuentro único entre el bosque y el mar. Se sabe que por su condición, el clima es inestable y por momentos impredecible.
En las últimas horas se produjo un fuerte temporal de nieve que cerró el Aeropuerto Malvinas Argentinas y canceló todos los vuelos que iban a operar desde allí. También cerró el Parque Nacional Tierra del Fuego y los centros de esquí alertaron sobre la imposibilidad de garantizar todas sus prestaciones.
En la ciudad, inevitablemente, sucedió lo mismo: el temporal cambió toda la dinámica urbana. Enormes muñecos de nieve, gente esquiando en las calles, junto a las anormales condiciones para moverse por una ciudad invadida de blanco.
Vivir en Ushuaia implica que, en algún momento del invierno, la nieve haga casi imposible circular por las calles y que esto afecta la vida cotidiana de quienes vivimos o de quienes visitan la ciudad. Si bien estos eventos climáticos son inevitables, y muchas veces impredecibles, es fundamental replantearnos nuestra dinámica social para afrontarlos de manera más responsable y eficiente.
Uno de los aspectos más importantes a considerar es el impacto en la normalidad social durante y después de los temporales de nieve.
En muchas ocasiones, la rutina de la ciudad se detiene por completo hasta que los operativos de limpieza remuevan la nieve acumulada en las calles.
Es necesario entender que este proceso puede llevar tiempo, afectando no solo la movilidad, sino también el resto de las actividades sociales.
El problema aquí es pretender desenvolvernos con normalidad en condiciones anormales y extraordinarias.
Por esto mismo, si bien la nieve brinda un encanto único a este rincón del planeta, también representa un desafío extra para la sociedad.
Los hechos muestran que resulta imperativo reflexionar sobre la necesidad de modificar la dinámica social para afrontar estos episodios invernales y recuperar la normalidad de manera más eficiente cuando las condiciones climáticas así lo permitan.
Uno de los puntos fundamentales a considerar es la manera en que se maneja la situación durante y después de un temporal de nieve. Es común observar que, tras una intensa nevada, la ciudad queda cubierta de un manto blanco que dificulta la movilidad y las actividades cotidianas. El problema aquí, situación que se sucede cíclicamente, es la pretensión de moverse con normalidad en días en que las condiciones no lo permiten.
Sí el clima no está equivocado, los errados somos nosotros que pretendemos actuar al margen de las condiciones ambientales del lugar en donde vivimos.
El sentido común indica que es necesario aguardar a que los operativos de limpieza despejen calles y que cada frentista se haga cargo de la limpies de sus veredas para recobrar la normalidad social.
Sin duda alguna, es fundamental que las autoridades de la ciudad y la sociedad en general tomemos conciencia que durante estos episodios climáticos, ciertas actividades deben priorizarse para garantizar el bienestar y la seguridad de todos. Obviamente, el Municipio tiene la enorme responsabilidad de operar con todo su equipamiento disponible para garantizar cuando antes la normalización de las condiciones de tránsito en tiempos razonables.
La salud y la seguridad de los ciudadanos deben ser el centro de atención, y los recursos deben concentrarse en asegurar que los servicios de emergencia, hospitales, y suministros esenciales como agua, electricidad y alimentos estén operativos en todo momento. El resto de las actividades pueden esperar, y es posible recuperar los días de clases, la actividad judicial y administrativa como forma de disminuir la dinámica de la ciudad hasta que las condiciones así lo permitan.
En este sentido, resulta esencial fomentar la prevención y la planificación anticipada para enfrentar los temporales de nieve. Para esto, la población debe estar debidamente informada y preparada para afrontar estos eventos, con protocolos de emergencia claros y medidas bien establecidas.
Por otro lado, es necesario considerar la recuperación de los días perdidos debido a las inclemencias climáticas. Tengamos presente que Ushuaia es una ciudad activa y dinámica, y la nieve no debería ser un obstáculo insalvable para el desarrollo de la sociedad. Por eso mismo, en momentos en que las condiciones climáticas lo permitan, es necesario fomentar la recuperación de la normalidad y de las actividades habituales, siempre manteniendo en cuenta las medidas de seguridad correspondientes.
La convivencia con la nieve en Ushuaia implica adaptación, resiliencia y responsabilidad.
Si bien es una característica que dota de singularidad a este lugar extremo del mundo, también es un reto que requiere de una sociedad preparada y organizada.
La colaboración entre ciudadanos, el enfoque en la salud y la seguridad, y la planificación adecuada son pilares esenciales para lograr una convivencia armoniosa con el fenómeno invernal.
Caso contrario, vamos pretender vivir en condiciones normales cuando el clima impone adaptarnos a condiciones extraordinarias que solo se producen un par de veces al año.
Vivir en el fin del mundo también implica adaptarse a vivir en condiciones extraordinarias en momentos que no es posible funcionar con normalidad.
El problema resulta sí pretendemos otra cosa.
* Foto de portada Fulvio Baschera (Facebook)